Salpicamos de azul los dientes


No lo dice el diccionario, en la tele tampoco hablan.
He buscado toda la mañana y sobre este nacimiento, nada.

Un idioma nuevo en el planeta
y nadie dice nada, pero tú lo sabes,
tú lo ostentas.
Lenguaje hecho de sables y demonios
para decir sin palabras te quiero,
pequeño glosario sin llanto
porque el absurdo de las lágrimas
nos da risa, y saltamos de la nada
hasta mi nombre, y de tu nombre,
si seguimos lista abajo, llegamos
al susurro. Vocablos nuevos
para historias viejas, tan antiguas
como esta luna que durante milenios,
¡qué digo milenios, millones!, millones
de años y noches se remoja en el agua
de este nuestro astro.

Su redondez nos exige rastrear
entre los vocablos los arcos
y las flechas, nos demanda
la palabra tensar y disparamos
a bocajarro MIRANDO hacia otro lado,
como quien no quiere la cosa,
pero deseamos, y, este, el deseo
y su raíz crecen desmesuradamente
en el centro de este nuevo diccionario.

Salpicamos de azul los dientes
para dejar en el cielo la estela del dolor
que nos hace gritar –sin llanto−, y entonces,
señores, avanzamos sin protocolos,
burlonamente adictos al verbo,
políticamente incorrectos
borramos las enmiendas y en su lugar
aparece la palabra orgasmo
en el maldito diccionario, aplaca
los cerebros, y atónitos contemplamos

la locura del glosario que nos desarma.


Nos deja vencidos. Estamos vendidos.


J. Ortiz, Vendidos, 2012.

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