Variedades


«17 de julio. Pero como todo seguirá así le rogamos no comprender ni escuchar ni decir nada porque su bella memoria —bella pero frágil— no tiene arreglo  ni compostura ni reparación ¡Qué quiere usted! El amor a las sombras se paga con este vivir averiada.»

A. Pizarnik, Diarios, Cuaderno de mayo a agosto de 1962. 



Agua. Aceite. Luz solar. Los cables eléctricos y sus sombras. Esas torres gigantes de metal son magnéticas, y sus voces, suspiros, sus gritos son el viento y los remolinos de aquello que no decimos. Los silencios flotan entre las torres de alta tensión, saltan de cable en cable, sortean los grosores y destilan gotas. Los silencios, volcados sobre ciudades desangeladas, como agua, como aceite.

Sometidas a las leyes físicas, gravitan las densidades de almas incompatibles por diferentes concentraciones de minutos y nanosegundos. Las diferencias de recorrido insalvables. Aceite. Agua. Las variedades de amor no solubles circulan como autobuses en bucles infinitos sin paradas y sin conductores, sin ruta. Se reserva el derecho de admisión para entrar en este limbo, donde la alta densidad de dolor bajo la luz solar se posa sobre las sombras de los cables eléctricos, donde el mayor silencio son los nombres y las historias que no se escribirán.



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