Carne


El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español, y de su hombro colgaba una bolsa reforzada para proteger el material fotográfico. Llegaba tarde y pasó veloz entre los presentes, esquivando las mesas, las sillas, los vasos y las bocas. Agachó la cabeza al cruzar ante la pianista y el poeta. Los ojos del poeta lo siguieron hasta que el hombre, sueco o finlandés, se sentó. El poeta sonrió y apretó más el micrófono, alzó la voz para reforzar el erotismo del verso de turno. Imaginó las fotos. El tipo no hablaba español pero era un profesional de la imagen.

Entre los aplausos del final, alguien pidió un bis, alguien pidió libros. Poeta y pianista se deleitaron unos minutos más en ese bar. Más aplausos, más cerveza y unas ganas locas de aspirar humo, de meter un cigarro entre los labios.

‒¿Me enviarás las fotos, esta vez?
‒Sí, pero no son gratis. ‒El poeta soltó una carcajada, resultó que el tío sí hablaba español‒. Yo cobro en carne.

El poeta vomitó más carcajadas, y, al tiempo que decidió alejarse por la puerta, le respondió:

‒Voy a buscar una carnicería abierta.

Que cobra en carne. ¡Merece un kilo de ternera por la boca!

El público, tenderos, oficinistas, amas de casa, inmigrantes, empezaron a comprar libros del poeta, versos en la calle, erotismo hablado, sin prejuicios y a buen precio. Apareció el fotógrafo entre todos, también quería uno.

‒¿Me lo dedicarás?
‒Por supuesto. ‒Los dientes del poeta regurgitaban ironía.

«Este libro vale por un kilo de carne. Que lo disfrutes. Con afecto para el fotógrafo sueco o finlandés, que no hablaba español.» Cerraban la dedicatoria la fecha y el lugar que, para el caso, son como el lugar de la Mancha del que no queremos acordarnos.


Judit Ortiz


*La frase El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español forma parte del cuento «Emma Zunz» de Jorge Luis Borges.



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