Cerezas


Redoblan los tambores. Pinturas de tierra y arcilla en la cara, en la pared. No hay naranjas en la despensa, no puede haberlas. Se acaban las nueces. Veo el pan en negro y blanco. Me sobran las frases típicas y esos libros. Los quemaría, pero no, herejía. Y más frases, dichas de lejos, en un tiempo que no es mío, por unas bocas y unos lápices que yacen en la comodidad de las tumbas o simplemente yacen entre cojines y abundancia, con nombres venerables, sabidos y conocidos, pero para mí rimbombantes. Que vengan todos aquí, venid todos los figuras y poneos estas zapatillas. Salid a la calle y andad al ritmo de estos tambores hasta que os sangren los oídos. Pasad este frío animal, vestíos con este alma helada. Probad el manjar de ambrosías amargas que el capricho de los dioses lanza en este calendario. Bajad del pedestal y callad. Vuestro silencio es mejor, mucho mejor. Soltad la abundancia y comeos las piedras. Mirad al verdadero sabio que se zampa las hierbas y descubre que detrás hay alguien más pobre. No, miserable no. La miseria del alma se exhibe entre perlas y diamantes cuando la necedad le da un empujoncito. Venid y calzaos estas zapatillas, entonces podréis hablar de la vida. No solo de oídas y con los tambores en rojo sangre.


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