La revolución de las células II


Amanece.
La luz barre las sobras
de una noche infame, de batalla
con el torso y el dorso.
El sol desayuna bocado a bocado
la oscuridad
que ha sido palacio de un puño
de dolor.
Residencia de sueños
en una sala de túnicas
negras, de voces eco con alas
por encima de los papeles, una mesa
y nuestras cabezas.
Albergue de sílabas disonantes,
cada una, un golpe, un estrujón
en la boca
del estómago.

Amanece,
en este estómago, en el riñón,
en los ojos, amanece y parece
que el día baila y se disfraza
de sábado a mediodía, y parece
que mañana será domingo
y no sobrará café, pero, pero
lo parece solo.

Amanece.
Los días vuelven sobre sus pasos
y bailan sobre migas de dolor.


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